lunes, 14 de julio de 2008

¿Tolero la diversidad?

Escribe: Gonzalo Irazoqui - Partido Nacional

Si de encontrar el entendimiento o al menos algún punto en común en la relación joven-adulto se trata, propongo que sea justamente ubicado en la alta diversidad existente. Este entendimiento es condición necesaria para integrarnos a escala social las diversas generaciones con los respectivos esquemas sub-culturales que ejercemos.
La comunicación en general y en su sentido más básico refiere a un emisor y un receptor, sin deseo de darle más complejidad al tema al respecto del entorno, el canal, un código en común y el mensaje a transmitir. Considero sí, que el rol del adulto como receptor es fundamental en la escucha inicial de los jóvenes. Pues ya su tarea de emisor la ejerció seguramente hasta el hartazgo del adolescente. Y es en ese rol donde el adulto es indispensable para ubicar a los jóvenes en el centro de atención, dado que trasladarnos desde el concepto de joven-problema al de joven-solución es vital para encauzar este tema. Sobran los ejemplos cotidianos que oscuramente plantea la mayoría de los adultos, afortunadamente no todos, para el futuro cercano.
La tarea es difícil ya que son detectables innumerables dificultades de comunicación entre las generaciones, pero a qué o a quién le adjudicamos la culpa de esta virulenta comunicación?. Generalmente lo es algo ajeno a mí, no somos nosotros, dado que siempre es más fácil echarle la culpa al otro o a alguna cosa alejada, cuanto más distante mejor. Pero soy capaz de asumir mi responsabilidad, al menos la cuota parte correspondiente?, la cual por más insignificante que sea es parte integrante de esta conmocionada sociedad.
Sin descartar o menospreciar otras posturas en el tema, considero a la tolerancia como la actitud más favorable a adoptar para conseguir la convivencia entre los integrantes de una sociedad. Convengamos que perseverar en la propia opinión a despecho de razones contra ella es una manifestación de dureza y rigidez, aclaro al lector que “cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia”.
La tolerancia a lo largo de la historia ha adquirido diversos sentidos (teológico, político, social), siendo en este caso el estricto enfoque social el que me interesa plantear. Ella es indispensable para el diálogo intergeneracional, es la necesaria actitud de comprensión frente a las opiniones contrarias en las relaciones interindividuales, sin esta actitud realmente se hace imposible cultivar beneficiosamente las relaciones. Reconozco que concentro mi adhesión al término tolerancia desde una visión necesaria y utilitarista, siendo ésta la capacidad de libertad que tiene el individuo frente a las coacciones sociales. Cabe la aclaración de enfoque teórico dado que reconozco al tema intrincado y para nada laudable en solución única. Y para los que tienen mayor interés en estos temas y significan motivo de estudio, dejo específicamente en este caso a los autores Jeremy Bentham y John Stuart Mill como sus mejores defensores.
El compromiso es hacer socialmente posible la coexistencia de principios diversos, poder engendrar un equilibrio dinámico que impulse el progreso y evite el estancamiento propio de las sociedades regidas por principios absolutos. La sociedad global de la que formamos una minúscula parte, la visualizo como el péndulo que oscila entre los despotismos y las anarquías, y solo la tolerancia puede representar el punto central, equidistante, pero siendo alimentada a la vez por los extremos que la amenazan e impulsan.
Es la tolerancia en el diálogo intergeneracional que en este sentido se transforma en la clave del proceso socializante para los jóvenes, favoreciéndoles en el desarrollo integral como personas. Anteriormente he planteado la armonía social como utopía motivadora, pues de hecho, ninguna sociedad puede ser totalmente integrada, por lo tanto debemos hablar de grados de integración o, más específicamente, de sistemas de valores predominantes en diversos grupos sociales, los que son cada vez más diversos. Lo que cada vez nos compromete más a re-pensar qué ser humano estamos educando y a partir de él, que sociedad estamos construyendo.
El concepto de inserción refiere a un lugar, a un espacio, al sitio que ocupará esa “parte” joven que esta intentando integrarse. Es a esa responsabilidad compartida generacionalmente a la que apunto, la voluntad de la “parte” adulta debe congeniar con la de la “parte” joven para que la inserción sea posible.
Por ese motivo arriesgue el re-pensar la idea de inserción social a partir de nuevas re-estructuras de enfoque. Esto requiere de las generaciones adultas la capacidad de dar cabida a los jóvenes, generando una apertura conciente del espacio social que ostentamos como propio. A la vez, implica un desafío de tolerancia para las nuevas “partes” jóvenes que deben ocupar espacios ya construidos, transformarlos o directamente fabricar unos nuevos.
La sociedad se ha diversificado. Se nos ha convertido en múltiple y diverso lo que hasta hace pocas décadas era uniforme y único. Así ha crecido la necesidad de ir adquiriendo en el transcurso de la vida un cúmulo de capacidades que nos permitan sobrevivir en los espacios sociales que ya están construidos al momento de cada uno nacer, y a los que debemos transformar o directamente fabricar nuevos en la medida que crecemos. La precaución de mantenerse en movimiento es permanente y cada vez más general, lo que era una etapa ha cumplir ahora es una condición de sobrevivencia para toda persona, los adultos ahora no pueden descansarse mayormente y eso repercute en la relación interpersonal. La exigencia es mayor y permanente. Los jóvenes son además en este sentido una amenaza.
La diversidad entonces es el elemento clave.
La diversidad observada como variedad, como desemejanza, como diferencia, es considerada como problema para la mayoría adulta. Pero esa abundancia es a la vez una gama de oportunidades para acceder a cosas distintas. Si el objetivo último es hacer a la persona protagonista de su proceso, es ésta abundancia, posibilidad permanente de búsqueda tanto para las personas jóvenes como adultas.
La construcción social de identidad también necesita determinados espacios propios, fundamentalmente que se sientan como propios. La falta de espacio es recriminación permanente de los jóvenes y es también demanda de ciertos sectores de las generaciones adultas, no será esto también oportunidad para integrar acciones generacionales?. Quizás entablar desde la tolerancia el diálogo puede permitirnos acceder a excelentes agites intergeneracionales, a tomas de decisiones conjuntas más allá de nuestras edades. Podemos elaborar espacios temáticos con objetivos comunes, sin considerar la edad de quienes son sus interesados integrantes?, somos capaces de plantear un diálogo inicial sin darle relevancia a la experiencia acumulada en nuestro interlocutor?. Considero que es más importante en esta construcción cotidiana cuestionar nuestras actitudes frente a los demás, que responderlas concretamente.

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