miércoles, 16 de julio de 2008

¿PARA CUANDO LA CONDENA?

Escribe: Edil Partido Colorado - Juan Carlos Osorio
En momentos en que el mundo libre manifiesta su alegría por la liberación de Ingrid Betancourt y los demás soldados secuestrados; en que, desde todas las tribunas levantadas con ese motivo, se reiteraron las críticas a las FARC por sus actos terroristas; mientras los liberados reclamaban para que se mantenga viva la lucha contra los subversivos y no se abandone a los que aún se encuentran retenidos en la selva colombiana, es oportuno señalar, complementando otros comentarios, que los grandes derrotados en la operación no fueron sólo los guerrilleros sino también todos aquellos que los protegen, los defienden y los justifican.
Dentro de ellos merece destacarse, en el ámbito doméstico, el Partido Comunista y la Ministra Marina Arismendi, quienes siempre se han solidarizado con las FARC, negándose a reconocer que violan los derechos humanos recurriendo al amparo de un manoseado argumento según el cual se trata de “un ejército que está agredido y que pelea”, en una crítica que debe extenderse a quienes se opusieron a reconocerles el carácter de terroristas.
Ella misma compartió unos días de campamento con el fallecido Comandante Reyes quién, micrófono en mano, dirigió a través suyo, un mensaje al Partido Comunista expresando su “saludo combativo de lucha a través de la compañera Marina”, tratando de justificar sus acciones.

Lo que no tiene ninguna justificación, y así lo han demostrado la opinión pública internacional es el rapto de personas, de mujeres y niños y la extorsión por los secuestros manchando la presunta legitimidad de sus reclamos con una flagrante violación de los derechos humanos.
Lo que se celebra hoy entonces es el triunfo contra la barbarie; lo que se repudia es la violación de las FARC de los grandes valores del ser humano desconocidos por ellos al amparo de aparentes razones y lo que se reclama es seguir luchando para que desaparezcan ese y todos los movimientos similares, que se han creado, aplicando un desprecio total por los mismos valores fundamentales de esta civilización, invocando, precisamente, derechos humanos que dicen defender pero que en verdad pisotean y arrasan.
Es por eso que, ante la revolución de los menos, deben alzarse y estimularse las protestas de los más, derrotándolos con la censura, el aislamiento y la crítica, levantando en el mundo libre una barrera de defensa que termine por cercarlos y reducirlos. Pero que no se limite sólo a las FARC, sino que se extienda a todo el terrorismo y a quienes los apoyan.

Es evidente que existe una solidaridad internacional con esos movimientos, por lo que se debe armar otra solidaridad internacional de quienes los rechazan, expuesta por medio de una acción democrática conjunta, canalizada a través de acciones colectivas, domésticas y de los organismos internacionales. Así lo pidió Ingrid Betancourt cuando se dirigió a los Mandatarios de los países del Continente, que mucho pueden contribuir en esa tarea, y así debe procederse también a nivel internacional para enfrentar el flagelo que está destruyendo las bases de una civilización. Pero extendiendo esa responsabilidad a todos los pueblos y a cada uno de los hombres libres, que también pueden lograr el mismo objetivo si se convierten en soldados militantes a favor de una causa, recurriendo, no a las armas, sino a la razón, para irlos dejando cada vez mas solos. Todavía quedan varios centenares de presos en la selva colombiana que están aguardando su rescate. Hay que tomar conciencia pues que todas las celebraciones de la liberación deben considerarse un acto de condena no solo a los secuestradores sino también a quienes se sienten comprometidos con ellos y sus movimientos, debiendo aprovecharse un momento de opinión pública excepcional, espontáneamente armada, para adoptar las medidas de neutralización necesarias.
Las generaciones por venir serán duramente críticas si se pierde la oportunidad, e implacablemente condenatorias si se deja pasar la ocasión para levantar un Frente Unido contra todas las barbaries, cualquiera sea el lugar donde se encuentren desplegando sus acciones y se deja adormecer el sólido sentimiento de protesta y de rechazo que ha invadido el mundo durante estos días. Cada hombre y cada mujer libres pueden ser uno más en ese movimiento por la libertad, a favor del cual hay que bregar, en todos los ámbitos, para asegurar el futuro de la humanidad.

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